domingo, 29 de enero de 2017

Ricardo Moreira

“Pedí un cuatro, y me trajeron un pomelo…”. La famosa frase que soltó Héctor Veira quedó marcada en todos aquellos que pertenecen al mundo futbolero. Y no es que el Bambino fuese técnico de Independiente –materia que nos compete- o esté ligado a la de manera específica a la historia en cuestión. Sin embargo, sus palabras, irónicas y con un gran contenido de humor, fiel a su estilo, nos introducen en el relato del momento. 

Corría el año 2007. Luego de un (nuevo) interinato de Miguel Ángel Santoro, bombero especializado en apagar incendios en el club, asumía a la dirección técnica Pedro Troglio y con el un grupo de refuerzos que dieron que hablar.

Con la asunción del técnico, reconocido por su afición a Gimnasia de La Plata –imposible ser campeón (?)- el mercado de pases volvió a moverse, en pos de devolver a la institución de Avellaneda a los primeros planos, después de coquetear con los puestos del descenso, el rescate de Julio Falcioni y el conflicto entre Ortemán y Burruchaga.  


Ante la imperiosa necesidad de buscar un nombre de peso y trayectoria para el puesto de lateral por derecha, el coach Peter posó sus ojos en un defensor que venía cumpliendo su labor en Rosario Central, confiando en que sus dotes y cualidades serían las necesarias para ocupar el puesto que tuvieron, entre otros, Roberto Ferreiro o Néstor Clausen. Fue en ese inverno del 2007, en donde a cambio de 750.000 dólares, Ricardo Pomelo Moreira, pasó de defender los colores de la entidad rosarina, para mudarse a Avellaneda y así cuidar la roja.

El hombre, protagonista y artífice de la conjunción entre el puesto de lateral por derecha, con la bebida gaseosa a la que hacía referencia Veira –y que luego parafraseó Omar De Felipe- gozó de una estadía de casi tres años en los predios de Villa Domínico.

Con el número representativo a su puesto en la espalda, enhebró un eslabón más en la defensa que supo compartir con compañeros como Carlos Matheu, Guillermo Rodríguez y Lucas Mareque, entre otros.

Pese a que el comienzo no fue tan malo, o estuvo maquillado por los buenos resultados que cosechó al principio el deté, luego de quedar relegados en el torneo, que posteriormente ganaría Boca Juniors, sus limitaciones en su posición pasaron a evidenciarse un poco más. Además de por lo chistoso de su apodo, su apellido comenzó a ser vox pópuli en las tribunas, por sus desempeños domingo tras domingo.

En el año 2009 decidió cambiar de aire y la comisión directiva, presidida por aquel entonces por Julio Comparada, no vio con malos ojos cederlo a préstamo a Atlético Tucumán, durante una temporada. Tras pegar la vuelta, Gimnasia de La Plata –favor que les hizo Troglio (?)- pasó a ser dueño de los destinos futbolísticos del hombre nacido en la provincia de Santa Fe, lugar en donde también tendría una estadía de doce meses.

En el Rey de Copas no volvió a tener oportunidades de mostrarse. Tras un entredicho que mantuvo con la dirigencia, en donde por parte de la CD decían que tenía contrato vigente, mientras que el jugador pasó a considerarse como agente libre, agarró sus cosas y recaló en Tiro Federal, en donde disputó una temporada. El último club, de donde tenemos registros, fue Central Córdoba, en el año 2015, dejando sus últimas pinceladas como profesional.

Luego de 36 meses con la roja puesta, 116 partidos –uno por Copa Sudamericana- y con entrenadores como Troglio, Miguel Santoro, quien lo tuvo en dos oportunidades y Claudio Borghi, último maestro en su travesía por el acceso sudeste para llegar a los entrenamientos, se cerró una historia de desamor entre un futbolista que no logró asentarse y el hincha que, a día de hoy, lo mira de reojo. 

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