martes, 21 de febrero de 2017

Matías Di Gregorio


Independiente Inédito resultó ser una verdadera caja de pandora. Reflejo o semejanza de algún problema matemático –en este caso futbolístico- en el que las cosas parecen dificultarse a la hora de encontrar la X. Quizás, aquí, podamos no hallar esa letra en cuestión, pero a lo largo de los casos, las historias y notas hay patrones reiterativos que son los primeros en salir a la luz, quizá por los difíciles momentos que atravesó el Rojo en el último tiempo, o por la impericia de quienes tomaron las decisiones deportivas.

El relato de hoy nos lleva al elenco conducido por el viejo conocido Pedro Troglio, primer actor recurrente en escena. En su estadía en el predio de Villa Domínico, allá por el 2007, buscó potenciar a un equipo que, meses después, pelearía el campeonato que sería esquivo con resultados adversos a partir de la decimotercera fecha.

Con la inquietud de no contar con algún futbolista que compita e intensifique la responsabilidad de cuidar el lateral izquierdo, en ese momento perteneciente a Lucas Mareque, decidió posar sus ojos en las cualidades de un surgido de las divisiones inferiores, formadoras de diablitos.

Matías Di Gregorio, tres por naturaleza, con posibilidades de ocupar el mismo sector pero unos metros más adelantado, sería el apuntado por el deté para pisarle los talones al habitual titular. Aunque señaló en su momento, en tono de broma, que “fui siempre la Cenicienta de Mareque”, mantuvo una digna disputa con el ex River, quitándole el lugar en ciertos momentos.

Su bautismo con la casaca roja, específicamente con el número 18, fue el 16 de junio el 2007, con una contundente victoria ante Gimnasia y Esgrima de Jujuy, por tres tantos contra uno. En ese cotejo, compartió la retaguardia con otros homenajeados como Carlos Báez y Leandro Gioda, además de David Abraham.

Meses más tarde, casi nueve para ser exactos, tuvo su debut en las redes, que mantendrá en la memoria hasta el fin de su carrera. Ante el homónimo del adversario con quien disputó sus primeros minutos como profesional, pero en este caso platense, infló el arco que da a la popular visitante en la cancha de Racing, ante el regalito de Reinaldo Alderete –ver nota- y la posterior definición de derecha que venció a Carlos Kletnicki.

Sin embargo, y ante el aparente color de rosa que pintaría su trayectoria ligada a la institución de Avellaneda, el corriente año traería más malas que buenas. Con Troglio cuestionado por la gente, dejó la conducción técnica, tras una derrota por dos a cero ante San Martín de San Juan, en un torneo que llevaba 7 fechas disputadas y a cinco puntos del líder Boca Juniors.

El interinato de Miguel Ángel Santoro, bombero voluntario para socorrer siempre que requieren sus servicios, hizo que el ex arquero pateara el tablero, relegara a Mareque al banco de suplentes y puso al protagonista de este cuento de entrada en la primera práctica. Sin embargo fue efímero y no sumó la cantidad de minutos que él deseaba.

Con la contratación de Américo Gallego, luego de que sonaran nombres como el de Daniel Passarella o Migue Ángel Russo, el sueño se terminó. El canterano volvió a entrenarse con la tercera y descargó contra el técnico de turno: “Ya no sé cuándo se me va a dar una oportunidad".

Aunque intentó quitar dramatismo en un principio, su poca recurrencia en la consideración de los diversos entrenadores terminó por hacer que la situación tome un tinte un poco más negro. Si bien argumentó que el Tolo le dio el visto bueno, en el inicio, dice no encontrar explicación ante la decisión que tomó, luego de lucharla por tres años.

Sumado a eso, la señalización de algunos, quienes alegaban que arribaba tarde a los entrenamientos, hizo que la bomba explotara y pase a defenderse a diestra y siniestra: “Eso me enojó mucho más que haber bajado. El que se metan con mi prolijidad en el trabajo me puso mal. Soy el primero en llegar”. Su escudo defensivo se llenó de tristeza ante la determinación que debía tomar para seguir con su periplo que lo une con el balón.

Una primera cesión a Quilmes, en donde disputó 14 partidos y marcó un gol, seguido por un préstamo a Atlético de Rafaela en donde no vio acción, fueron los determinantes que concluyeron su etapa en el suelo argentino. A partir de allí el club 3 de febrero, de Paraguay, lo cobijó y, con él, llegó el ascenso a la primera división de aquel país.

Su último rastro futbolero, lo deja en Chile. En el territorio trasandino forma parte de las filas del Naval de Talcahuano, en donde disputa la segunda categoría, en búsqueda del tan añorado boleto que los lleve a la elite.


El saldo, deja siete partidos con la casaca del Rey de Copas, un gol, tres técnicos -recurrentes en las diversas historias de este blog- y el anhelo frustrado de no poder triunfar con la piel de sus amores.  

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